Helicoide, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Respiradero, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Zócalo, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Esfera, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Ancla, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Columna vencida, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Agujero, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Pata, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Humo, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Coloso, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Torre de agua, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Pirámides, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Fantasma, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Cementera, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
W, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Tapado I, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Incruste, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Fosa, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Doblez, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Membrana, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Tapado II, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Sueño, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Escalones, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Entrada, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Pilotes, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Fluorescencia, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Intersticio, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
1928, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
En medio, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Encallado, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Estómago, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Muñón, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Concretos, 2016. Plata sobre gelatina, 61 x 51 cm.
Welcome to Paradise es algo más que el título de una exposición, es un postulado y la puesta en el espacio de una paradoja que da cuenta del complejo entramado, que desde sus comienzos acompaña a la fotografía. Con este nombre se activa, a través de cada imagen y sus relaciones en el espacio, la investigación y reflexión que Oswaldo Ruíz hace de la fotografía desde y con la fotografía. Un poco a la mitad entre el sueño y el despertar del acto fotográfico, de su acto fotográfico, esta paradoja tiene forma de ironía. En la imagen-nombre que signa esta exposición, el nombre se colapsa con la imagen. Se trata de una reducción al absurdo, de un gesto minimalista de la mirada –si es que se puede utilizar esta fórmula- con el que el artista nos invita a recorrer su investigación estética.
Desde sus comienzos la fotografía al tiempo que pretende verdad, es una pantalla donde la mirada proyecto sus deseos. En el punto donde ella sólo existe como imagen de un real, lo que se produce es la especificidad de este medio: una suerte de superficie de lo onírico que se llama fantasma. Sin dudad a partir de la fotografía, los fantasmas desean más que nunca ser verdaderos y reales… Acaso por ello no es exagerado pensar, que con la fotografía se produce no sólo un nuevo orden de la mímesis, sino un también un nuevo régimen de lo historiográfico donde se trastocan las relaciones entre historia, memoria y documento en el instante fotográfico como discontinuo del tiempo. Acaso por ello, lo que siempre tenemos ante la fotografía es un desdibujamiento, donde cualquier intento de diferenciar su realidad de su ficción, no es más que un falso problema: he aquí la permanente crisis de este orden la imagen.
Welcome to Paradise es posible pensarlo como un vagabundeo de la imagen entre los índices y los sueños de la mirada. A través de cada una de las fotografías que se emplazan en el espacio, así como los trabajos de vídeo –un lenguaje que el artista explora por primera vez en su producción–, se busca crear un vértigo en la mirada, y una deconstrucción y una arqueología de la relación entre modernidad y fotografía. Esta exposición es una exploración del colapso afectivo del futuro y el pasado del imaginario moderno en la imagen, en la fotografía.
Construida en la tensión, entre la potencia de futuro (inscrita en instante de la imagen en color de matriz digital) y en la resignificación del “vintage” (como imaginario material de la fotografía analógica en blanco y negro), Oswaldo Ruiz nos propone una lógica y una estética de “lo fotográfico” en la que se anuda una vez más lo que por derecho propio le corresponde a la fotografía: encontrar en el discontinuo del tiempo la pulsión de la modernidad y sus derivas.
José Luis Barrios, curador