Texto

Acantilado fabricado I, 2018

Acantilado fabricado II, 2018

Acantilado fabricado III, 2018

Acantilado fabricado IV, 2018

Antigua pedrera, 2018

Calera, 2023

Huecos de explosivos, 2023

Mina de fierro, 2019

Piedra calcinada, 2020

Asedio, 2023

Brecha, 2020

Crack, 2020

Estacionamiento, 2019

Nocturnos, 2023

Portería, 2019

Cuneta, 2021

El pozo, 2019

Enfrentamiento, 2023

Portal, 2023

Alto mando, 2021

Tolva, 2019

Agujero florido, 2021

El rostro, 2021

El aguila, 2020

El leon, 2020

La gárgola, 2020

El taller, 2020

El bolardo, 2020

La cabeza de caballo, 2020

La columna, 2020

La columna y el clima, 2020

El cisne, 2020

La pala enterrada, 2020

El nicho, 2020

Nicho empotrado, 2020

La mojonera, 2020

Pila de mojoneras, 2020

La pina, 2020

La piedra, 2020

Todo lo sólido

 

En los últimos años la Zona Metropolitana de Monterrey ha crecido desmesuradamente al amparo de las montañas que la rodean. Esto ha provocado un cambio drástico en la orografía y el paisaje, así como un desequilibrio ambiental y ecológico. Sin embargo, las afectaciones más graves en las inmediaciones de la ciudad han ocurrido principalmente por la extracción de piedra caliza para la industria de la construcción.

Frente a este problema se sitúa la mirada de Oswaldo Ruiz, quien desde 2019 se ha dedicado a explorar los efectos de las economías extractivas y sus implicaciones urbanas, políticas y ambientales con el objetivo de documentar cómo es que las montañas del noreste mexicano se transmutan en polvo de cemento para dar forma a la ciudad en detrimento de otros ecosistemas.

El proceso de investigación de Ruiz se ha basado en recorridos dentro de las “pedreras” que se encuentran principalmente en las laderas del Cerro del Topo Chico y Las Mitras. Uno de los hallazgos de Ruiz fue el de varias familias de artesanos que le permitieron fotografiar sus talleres en Tierra y Libertad, fundada en los años setenta por el Frente Popular del mismo nombre que gestionó durante décadas diversas formas de organización colectiva las cuales harían del Frente un caso paradigmático en la historia de los movimientos urbanos populares en América Latina. Los primeros posesionarios arribaron al cerro del Topo Chico en los años setenta; eran migrantes de los estados de San Luis Potosí y Zacatecas, principalmente artesanos y albañiles. Varios de estos talleres aún subsisten en las laderas de las antiguas canteras, cuyos remanentes se utilizan para la fabricación de objetos de inspiración grecolatina para decorar casas y fincas.

Este paisaje marginal para el que fungen como telón de fondo las pedreras cambia

drásticamente cuando estas se localizan en ciertos núcleos económicos estratégicos que han sido absorbidos por la mancha urbana de Monterrey. El resultado de la operación extractiva, es decir, la oquedad, funciona en un contrasentido, ya que suelen edificarse allí exclusivos fraccionamientos. Estas cuestiones de orden económico se traducen para Ruiz en un problema fotográfico con el cual busca hacer evidente que las afectaciones al paisaje están completamente normalizadas en la vida de los regiomontanos y esos grandes tajos a cielo abierto en las montañas que Oswaldo nos muestra en sus imágenes no son percibidos como tales porque siempre han estado ahí, frente a los ojos de la población. El tomar las fotografías en película blanco y negro, o bien, trabajar las imágenes para destacar el gradiente de grises, fue una decisión consciente por parte de Ruiz para enfatizar la manera en que esta ciudad de concreto se ha ido fraguando a partir de la sustancia de la montaña.

Como lo muestran las tres series incluidas en esta exposición: La montaña, La ciudad y Los objetos, la capital del estado se ha fraguado en un sistema de distinciones jerárquicas del espacio urbano para configurar un paisaje de precariedad sobre un sueño de progreso que va poco a poco degradando a la naturaleza en vaciamiento. Así, ciudades como Monterrey se van configurado como una dimensión colectiva de la acumulación, mezclas de empoderamiento territorial y dominio de la naturaleza que son modeladas a imagen y semejanza de quienes las habitan gracias a esa sustancia de la montaña, cuya dimensión sagrada se hace polvo para transformarse en la mezcla con la que se fraguan esas mismas ciudades.

 

Ariadna Ramonetti Liceaga